Lo que NO debes hacer para poner límites a tu hijo/a adolescente.

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¿Se puede ser mejor amigo/a de tu hijo/a? 

No. Los padres y madres tienen un rol, y los hijos e hijas otro. Si queremos que crezcan sanos y en su centro debemos poner límites a sus acciones.  Tener una muy buena relación con ellos/as no significa hacer las veces de sus amigos.

Poner sanos límites ayuda a los/as adolescentes a mejorar su comportamiento, autoestima y sentir que les ponemos adecuada atención. Les hacemos ver lo que es apropiado para ellos y lo que no, y así les damos un marco de seguridad.

Tratamos siempre de mantener la armonía en la relación con los hijos. Cuando son adolescentes la relación se tensa y es natural. Es parte de la edad que empiezan a vivir, pero no por eso menos desconcertante.

Los/las adolescentes empiezan a explorar el mundo, y van moviendo las fronteras de lo que les era conocido. Quieren mayores espacios de libertad y los exigen. Lo que antes nos funcionaba con ellos/as es insuficiente.

Es posible que cuando era pequeño/a tu hijo/a no hayas sido tan consistente con las normas, pero siempre hay tiempo para hacer lo mejor para ellos/as.

Tratamos de balancear el ejercer nuestra autoridad con el ser autoritario/a. Y ese equilibrio es algunas veces difícil de lograr. 

 

Queremos compartir algunas sugerencias de situaciones que NO son tan eficientes a la hora de lograr el entendimiento de tus hijos. Si los límites no son coherentes, lógicos y firmes, ten por seguro que los resultados van a ser derechamente malos.

 

Ahora bien, veamos lo que tienes que tener en cuenta a la hora de poner límites, y te dejamos 7 consejos que puedes utilizar.

  1. Dale órdenes claras y concretas. Si quieres que haga algo dilo tal cual lo esperas. La idea es no dejar espacio a interpretaciones distintas. Si quieres que, por ejemplo, ordene su habitación, no le digas que está desordenado y que hay que hacer algo.
     
  2. Hay que ser coherente. Si das una orden, debes ser firme con sus consecuencias. No puedes pedirle una acción y al rato anular esa órden porque tu adolescente reaccionó de una u otra forma.  El riesgo de no hacerlo es perder credibilidad. Sí impones un castigo, hay que hacerlo cumplir.
     
  3. Que las figuras de autoridad estén alineadas con todas las acciones. Se debe evitar que una figura de autoridad diga una cosa, y la otra lo contrario. Quedan desacreditadas ambas personas. En la educación de los/as adolescentes se debe actuar como un frente unido. Si hay diferencias entre los adultos, se deben discutir en privado y llegar a acuerdos que sólo le serán informados al/la adolescente.
     
  4. Utiliza el lenguaje positivo. En lugar de decirle lo que no quieres que haga, dile concretamente, «quiero que hagas X de esta manera».  Y si lo hacen bien, felicítalo/a.
     
  5. Explícale el porqué de las normas que pones. No se trata de negociarlas con ellos, pero sí pueden establecerse excepciones puntuales, y no cumplirlas también conlleva consecuencias. La idea es que entiendan porqué las exiges y que no haya discusión posterior. Debe quedarle claro que es por su bien, y que ustedes están convencidos de ello.
     
  6. Ayuda a tus hijos/as a aprender de sus errores. El momento de confrontar a un/a adolescente por una falta puede ser una oportunidad de aprendizaje. Se debe encarar lo que hizo y es momento de reflexionar por qué lo hizo. Pueden dialogar sobre cómo hacerlo de otra manera más adecuada, y lograr que tu adolescente asuma su parte de responsabilidad en su conducta.
     
  7. Sé constante. No se puede poner límites de cuando en cuando. Para los hijos/as debe ser una certeza lo que se hace y lo que no en la casa. Lo que es aceptable y lo que no. Si el/la adolescente demuestra responsabilidad y madurez puede «ganarse» ciertos beneficios, pero siempre está sujeto al acuerdo de los padres o responsables.

Te dejamos un último consejo, y es estar atento/a a tus emociones. Debes conservar la calma y al mismo tiempo no dejarte manipular por un berrinche o enojo de tu adolescente. Podemos intentar hablarles en esos momentos, pero no gritarles o amenazarlos de alguna manera.

 

No es fácil -ya lo sabes-, pero es lindo verles crecer y desarrollarse. Aunque tu hijo/a sea «grande» sigue sin ser un adulto. Aún necesita tu guía, atención y cuidado

 

Coméntanos lo que te ha funcionado mejor para poner límites. Queremos leerte.